martes, febrero 15, 2005

La prometida 2° parte

Al día siguiente él la citó para darle el peso adecuado a sus palabras, le hablo de cariño, le confesó lo que sentía, se acerco a ella, la acarició tímidamente, la abrazó constantemente, y ella, dio una negativa muy poco convincente. El podía sentir que no era uno más de los muchos pretendientes que ella había tenido, mucho menos uno más de sus amigos, el percibió desde esa primera plática lo que ella negó por un tiempo, una química especial, sabía que le gustaba su tacto, que se sentía cómoda con él, sabía que cada conversación mataban un beso por no darlo… pero aceptó el juego y respetó las reglas.

Las siguientes semanas no fueron fáciles; él desarrolló una adicción a ella, se enamoraba cada vez más, y ella se sentía confundida, había tratado de terminar su antigua historia en varias ocasiones pero le faltaba valor, él se desesperaba, quería amarla con libertad, quería que ella lo amara…

Un día ella dijo haberse decidido, por fin iba a pasar a la siguiente página, pero él la conocía, podía percibir su miedo, sabía que no lo iba a hacer e hizo un trato con el destino para amortiguar el golpe. El destino cumplió su trato pero a él poco le importó, estaba destrozado, estaba en lo correcto, lo que él había intentado maquillar como “sospechas” se habían convertido en una certeza; la vieja historia continuaba y eso lo obligaba a tomar una decisión sumamente difícil; sólo había lugar para dos en esta historia, él no podía seguir así.

Era aquel un lunes lluvioso, la citó como tantas veces para una de sus pláticas, pero esta conversación tenía aroma a melancolía, a frustración, a adiós. El hablaba tratando de despertarla, de hacerle ver que era posible, que estaba en sus manos ser feliz… pero ella no parecía escucharlo, se notaba ausente, resignada, rendida; el tiempo terminó, todo estaba sentenciado, el cuento había terminado sin haber comenzado, o por lo menos eso pensaban, hasta el momento en que se descubrieron besándose el uno al otro, él no entendía (hasta la fecha no entiende) qué había pasado. Ese beso le dio a ella la fuerza que necesitaba para terminar su relación y dar un giro al juego que se venía desarrollando.

La nueva etapa era de igual forma difícil, para él y para ella, ella no lograba desprenderse de la sombra de aquel fantasma que la acechaba desde hacía ya un buen tiempo, se deprimía, lloraba a escondidas y él seguía esforzándose por hacerla feliz, pero le costaba entender que ella siguiera atada a su fantasma, le frustraba mucho escucharla decir “no puedo”, verla así lo golpeaba, él la amaba de tiempo completo y le dolía no poder hacerla sentir como ella lo hacía sentir en cada destello de felicidad, su humor estaba directamente relacionado al de ella, tenían excelentes momentos, grandiosos momentos, era entonces cuando por instantes ella lo amaba y era por esos momentos que él no abandonaba la lucha, hacían el juego algo llevadero, incluso agradable.

Llegaron las vacaciones de diciembre; las cosas empezaron a decaer, casi no se veían, y cuando lo hacían ella se mostraba distante y fría, él se cansaba de no sentirse correspondido, se iba gastando por dentro, pero los escasos minutos de felicidad lo obligaban a seguir, se había convertido en un adicto; la situación lo lastimaba, pero sabía que en nadie iba a encontrar lo que encontró en ella, sólo esperaba que ella se encontrara.

Un día de diciembre (o enero, no me acuerdo) el fantasma, que había estado ausente durante un tiempo reapareció, y ella lo aceptó de nuevo en su vida, él lo sabía no le era fácil aceptarlo pero no le quedaba de otra, siguieron así, jugando; a veces tristes, por momentos felices. Hasta que una tarde ella tomó la decisión, había decidido darle otra oportunidad al pasado, aún sabiendo que estaba condenado a fracasar y no le parecía justo hacerlo a él parte del nuevo juego; le habló de injusticias, le agradeció lo que había hecho, le repitió una y otra vez que esta no era una decisión que quisiera tomar y le pidió un último beso.

Se vistieron de orgullo, cuando estaban juntos fingían ser felices, trataban de que el otro los sintiera fuertes, que se diera cuenta de que no les dolía, pero ambos sabían que se estaban muriendo por dentro, irónicamente fue un acto de su rival lo que lo obligó a buscarla unos días después, estaba furioso, quería dejar en claro las condiciones de su separación, la frustración de no estar con ella y el sentirse humillado eran una muy peligrosa combinación para un tipo como él, sin embargo toda su rabia y orgullo dieron contra el piso en el momento en que la vio detrás de la puerta, con la mirada fija en sus ojos cambió el discurso, hablaron sin máscaras, se confesaron nostalgia, compartieron su soledad, se contaron la historia de cada lágrima derramada, y se amaron de nuevo por una noche. Durante un tiempo permanecieron separados, amándose sólo 10 minutos al día, compartiéndose con el otro por solo una fracción de tiempo, separándose del mundo para confesarse lo que sentían. Ninguno de los dos quería eso, un día él se enteró de que ella había decidido sepultar el pasado pero se sentía demasiado avergonzada, no sabía de que manera pedirle que volviera a amarla, por suerte pasó lo que tenía que pasar. Por fin estaban juntos, sin ataduras, ni predicamentos, eran libres para amarse el uno al otro.

La vida continuó y el tiempo les enseñó a ser uno solo, aprendieron a interpretar sus miradas, a reconocer su estado de ánimo, aprendieron a descifrar al otro. Aprendieron juntos lo que es hacer el amor, dormir entrelazados, lo que es sentirse pleno por el simple hecho de estar con el otro, aprendieron que la vida puede ser sencilla y que ser feliz no siempre es tan difícil, se aman como nadie se ha amado y se esfuerzan día a día por mejorar su relación, se entregan por completo el uno al otro, para formar la mejor historia de amor que conoce su servidor.

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