jueves, enero 20, 2005

Poema 13

Cuento del infeliz amante

Ebrio de melancolía,
Ahogado en el recuerdo,
Con el alma seca de tanto llorar;
Se dirigió el infeliz amante
A la morada de quién fuera su sonrisa.

Inmerso en la noche lluviosa
-que le daba la sensación de
Que el cielo lloraba con él-
Sumergido en el anhelo de un mejor ayer.

Arrastrando cadenas de recuerdos felices,
Con la mirada triste y marchita,
Derramando lágrimas de diamantes grises
Cubiertas de amargura y soledad.

Andando el conocido camino en busca de su amada;
La que ya no quiso serlo en una tarde gris,
La que no encontró luz en su mirada;
Con la que él había soñado un final feliz.

Se encontró por fin ante aquella puerta blanca
Vestido de miedo, temblando desde el alma,
Derrumbado en llanto y entonces…
Vio su silueta en la ventana.

Jugando como siempre con las sombras,
Como siempre perfecta, como nunca lejana;
Devolviéndole el aliento a su alma fatigada,
Brindándole esperanza a su inerte historia.

Con sólo verla sintió su corazón latir de nuevo;
Le sudaron las manos, le temblaron las rodillas;
Sintió nervios, ansiedad, miedo…
Experimentó de nuevo la caricia de lo incierto.

Entonces una fuerza conocida golpeó su pecho,
Se encontraron… su mirada y la de ella,
Y en su delirio el renacido joven
Juró ver en los labios de su amada una sonrisa.

La silueta desapareció de la ventana,
Se podían escuchar sus pasos
Golpeando con estrépito las escaleras,
Corriendo como tantas veces a su encuentro.



(En su fantasía; él la tomaba en sus brazos
Le contaba de aquel mal sueño
Acariciaba cada uno de sus rasgos
Se confesaba su esclavo y se sabía su dueño.)

La puerta se abrió lentamente
Dándole paso a un penetrante olor a melancolía
No hubo besos ni caricias,
La realidad aplastó a la fantasía.

Sólo hubo palabras de adiós,
Un amargo “gracias por todo”,
Un te quiero entre sollozos
Y un cruel último beso.

La puerta se cerró para siempre
No había vuelta atrás en este cuento
Se había acabado el idilio
Lo habían matado la rutina y el tiempo

No había un ser humano más triste
No hubo jamás un corazón más herido
Nunca un alma tan marchita
Jamás un ser vivo tan muerto.

Abrió el cajón de su padre.
Sacó la daga del abuelo,
Tomó un par de pastillas para dormir
Y con dos cortes precisos se dejó morir.

Se le secaron las lágrimas…

Le sobrevivió su mirada sombría,
La comisura de sus labios
Dibujando una macabra sonrisa.

La camisa empapada de sangre,
Su cuerpo frío, marchito y sin vida,
Y una nota de amor al pasado
En un sobre cubierto de melancolía.

“Yace aquí el infeliz amante
Víctima de su alma herida.”

1 Comments:

Blogger Mujer sin demonio... said...

Gracias por visitar a mis demonios, ya sabe, cuando guste... saludos...

1:32 a.m.  

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