jueves, febrero 10, 2005

Mi historia de amor. 1ra Parte

Como ya dije, esta es una carta/cuento que escribí para ELLA cuenado cumplimos un año juntos, para explicar elestilo narrativo aclaro que no le cambié nada, apliqué el famoso copy+ paste.


Este es el espacio designado para contar mi lado de la historia, para platicarte como veo la historia que repaso una y otra vez en mi cabeza sin poder creerla, la historia que hoy me dibuja una sonrisa que sólo soy capaz de describir como una “sonrisa del alma” y que sólo tu haces posible.

He aquí la historia de un singular personaje; un hombre triste, sombrío, irónico, soberbio, incluso arrogante, un hombre herido que se refugiaba en el humor negro y en los encuentros casuales, un hombre con miedo a la soledad que disfrutaba de la conquista, que se sentía por encima de todo y que a la vez se sentía profundamente decepcionado de sí mismo, no encontraba la luz en aquel obscuro túnel y para ser francos se había cansado de buscarla.

Un día ella entró en su vida; la primera vez que la vio le pareció una víctima en potencia, tenía todo lo que necesitaba, personalidad, buen cuerpo, era bella y se veía interesante, parecía una excelente aventura.

Después de un tiempo, como ocurría con todo en esa etapa de su vida, él perdió el interés, sin embargo un amigo suyo tuvo la oportunidad de conocerla mejor y se interesó. Ridículamente su amigo le pidió ayuda a él para conquistarla “hazme palancas” le dijo, lo cuál era improbable ya que nuestro personaje ni siquiera la conocía, sin embargo, con el fin de ayudar a su amigo él se acercó a ella. Empezaron a conocerse, a convivir, él se dio cuenta de que ella era mucho más de lo que él había pensado, a su lado se sentía vivo, descubrió en ella una excelente compañía, una amiga, una consejera, una extraordinaria rival, descubrió que ella tenía la luz que él buscaba, pero ningún cuento puede ser totalmente feliz, y la idea de que ellos estuvieran juntos tenía más de un inconveniente.

Él empezó por sincerarse con su amigo, le dijo que ella le gustaba, que tenía todo lo que él buscaba, que quería intentarlo con ella. Su amigo le dio luz verde pero le advirtió que había un problema mayor; ella ya tenía compañía.

Todo indicaba que aquello sería imposible, ella tenía ya una historia, una larga historia… pero estamos hablando de un hombre sumamente obstinado, aferrado a lo que quiere. Se dio a la tarea de investigar sobre aquél con el que competía, no podía destrozar una historia de amor, iba contra su esencia, pero se encontró con una historia de amor ya destrozada que había deformado en abusos, conflicto, dominación, un relato que ella no merecía. Como amigo el trató por todos los medios de estabilizar la situación, de arreglar en lo posible la relación de ella, no era de caballeros aprovecharse de la situación, pero logró encontrar el momento adecuado para decirle a ella lo que en él provocaba.

Ese día como nunca antes él se vistió de nervios, le temblaban las piernas, le sudaban las manos, buscó durante el aparentemente eterno receso el momento y sobre todo el valor para decirle lo que ella ya sabía, era obvio; buscó una tonta excusa para alejarla de la multitud, y cuando el tiempo se había agotado; la sujetó fuertemente entre sus brazos como quién no quiere dejarla ir, acercó sus labios a su oreja, no con la intensión de ser más convincente, sino para esconder su cara y no ver la de ella; y lo dijo: muerto de miedo pronunció aquellas palabras despojadas de toda estética y poesía: “me gustas” con tan simples palabras el curso de nuestra historia cambió por completo.

Al día siguiente él la citó para darle el peso adecuado a sus palabras, le hablo de cariño, le confesó lo que sentía, se acerco a ella, la acarició tímidamente, la abrazó constantemente, y ella, dio una negativa muy poco convincente. El podía sentir que no era uno más de los muchos pretendientes que ella había tenido, mucho menos uno más de sus amigos, el percibió desde esa primera plática lo que ella negó por un tiempo, una química especial, sabía que le gustaba su tacto, que se sentía cómoda con él, sabía que cada conversación mataban un beso por no darlo… pero aceptó el juego y respetó las reglas.


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